Las estrategias de
aprendizajes (E/A) se podrían definir como comportamientos
planificados que seleccionan y organizan mecanismos cognitivos, afectivos y
motóricos con el fin de enfrentarse a situaciones-problema, globales o
específicas, de aprendizaje.
Estas estrategias pues, son
las responsables de una función primordial en todo proceso de aprendizaje,
facilitar la «asimilación» de la información que llega del exterior al sistema
cognitivo del sujeto, lo cual supone gestionar
y monitorizar la entrada, etiquetación-categorización, almacenamiento, recuperación
y salida de los datos.
El papel preeminente que
desempeñan estas habilidades no ha tenido suficiente eco en la Educación Formal
que sólo de manera limitada ha incorporado una parte de su enseñanza al
curriculum escolar bajo el eufemismo de «Enseñar
a aprender», con las denominadas habilidades de estudio (sistemas, técnicas,
métodos de estudio) que representan el apartado más mecánico y conductual de
las E/A, y que sin la participación de habilidades ejecutivas de orden
superior, se muestran muy poco transferibles a tareas distintas de las
inicialmente ensayadas.
A esta crítica a la visión
tradicional y restringida de las E/A, imperante hoy por hoy en nuestro país,
debe añadirse su orientación a satisfacer las exigencias de las pruebas y
exámenes escolares, por encima del objetivo primordial de aprender a aprender,
y su tardía introducción, a los 16-18 años, una vez que el alumno ya posee un cierto
repertorio de hábitos de aprendizaje, difícilmente modificable (Marland, 1981;
Tabberes y Allman, 1983; Cloete y Schochet, 1986; Selmes, 1988).
La necesidad de un nuevo
enfoque basado en la enseñanza de E/A de orden superior, con un mayor poder de
generalización, ha propiciado el inicio de una nueva corriente bautizada, en
clara contraposición con el enfoque anterior, como «Enseñar a pensar». Quizás sea Tama (1986) quien ha contribuido
a una mejor clarificación de esta vertiente de las E/A, identificando
3
áreas de atención educativa:
1) Un área centrada
propiamente en el Enseñar a pensar donde el interés máximo reside en implantar y
desarrollar en los estudiantes un conjunto de habilidades cognitivas que les
permitan optimizar sus procesos de razonamiento.
2) Una vertiente
capitalizada por el Enseñar sobre el pensar,
en la que se anima a los alumnos a tomar conciencia de sus propios
procesos y estrategias mentales (metacognición), para de esta forma poder
controlarlos y modificarlos, mejorando el rendimiento y eficacia en el
aprendizaje individual, y por extensión en cualquier tarea de tipo intelectual.
3) Una última
perspectiva que podríamos denominar el Enseñar sobre la base del pensar, y
que se ocupa de incorporar objetivos de aprendizaje relativos a las habilidades cognitivas, dentro del
curriculum escolar, adaptándolas a
las distintas áreas de contenido y a los diferentes niveles educativos.
Comentarios
Publicar un comentario