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Psicóloga Maria Jesus Suarez Duque PROBLEMAS EMOCIONALES INTELIGENCIA EMOCIONAL ¿Qué es la inteligencia emocional?

 



¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL?

La inteligencia emocional es un aspecto específico de la inteligencia relacionada con las emociones, tales como, la percepción, la expresión, el entendimiento, el análisis y la reflexión. Es fundamental para la educación emocional al contribuir a la mejora de la salud física y mental, la reducción de conflictos en las interacciones sociales, el aumento de la empatía, la reducción del estrés y la mejora del estado de bienestar físico, psicológico, mental.


El concepto de inteligencia emocional fue acuñado por los psicólogos Peter Salovey (Universidad de Yale) y John Mayer (Universidad de Hampshire) en 1990 que la definían como como “la habilidad para controlar los sentimientos y emociones de uno mismo y de otros, discriminar entre ellos y usar esa información para guiar las acciones y el pensamiento de uno mismo”. Además, sostienen que “es un tipo de inteligencia social que comprende la capacidad de controlar las emociones propias y ajenas, de hacer distinciones entre las mismas y de usar la información para guiar sus propios actos y pensamientos”. 

Comprende cinco categorías:

·         Conciencia de sí mismo

·         Control de las emociones

·         Motivación personal

·         Empatía

·         Manejo de las relaciones

Estas categorías a su vez son clasificadas en dos grandes grupos:

1.    Aptitud personal: 

Autoconciencia del conocimiento y reconocimiento de las propias emociones

Autocontrol de las emociones

Adecuación de las emociones a las circunstancias

Motivación personal para el logro de los objetivos

2.    Aptitud social:

Empatía para comprender, reconocer, crear y mantener relaciones y solucionar conflictos.

Goleman entiende que la inteligencia emocional hace referencia al “conjunto de habilidades, entre las que destaca el autocontrol, entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo” (Goleman, 2001). Considera la inteligencia emocional como conjunto de habilidades que sirven para expresar y controlar los sentimientos de la manera más adecuada en el terreno personal y social, por lo que considera fundamental no reprimir las emociones y saber qué es lo que la persona siente y poder verse a sí mismo y a los demás de forma objetiva y positiva, para mejorar las decisiones personales y sociales que permitan llevar una vida más satisfactoria.

En aportaciones posteriores, Mayer, Salovey y Caruso (2000) conciben la inteligencia emocional como un modelo de cuatro ramas interrelacionadas:

 1) Percepción emocional: las emociones son percibidas y expresadas.

 2) Integración emocional: Las emociones sentidas entran en el sistema cognitivo como señales que influencian la cognición (integración emoción cognición).

 3) Comprensión emocional: Señales emocionales en relaciones interpersonales son comprendidas, lo cual tiene implicaciones para la misma relación; se consideran las implicaciones de las emociones, desde el sentimiento a su significado; esto significa comprender y razonar sobre las emociones. 

4) Regulación emocional (emotional management): Los pensamientos promueven el crecimiento emocional, intelectual y personal.

El punto de vista de Goleman (1995) probablemente sea el que se haya difundido más. Recogiendo las aportaciones de Salovey y Mayer (1990), considera que la inteligencia emocional es: 

1) Conocer las propias emociones: El principio de Sócrates «conócete a ti mismo» nos habla de esta pieza clave de la inteligencia emocional: tener conciencia de las propias emociones; reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre. Una incapacidad en este sentido nos deja a merced de las emociones incontroladas. 

2) Manejar las emociones: La habilidad para manejar los propios sentimientos a fin de que se expresen de forma apropiada se fundamenta en la toma de conciencia de las propias emociones. La habilidad para suavizar expresiones de ira, furia o irritabilidad es fundamental en las relaciones interpersonales. 

3) Motivarse a sí mismo: Una emoción tiende a impulsar una acción. Por eso las emociones y la motivación están íntimamente interrelacionados. Encaminar las emociones, y la motivación consecuente, hacia el logro de

objetivos es esencial para prestar atención, automotivarse, manejarse y realizar actividades creativas. El autocontrol emocional conlleva a demorar gratificaciones y dominar la impulsividad, lo cual suele estar presente en el logro de muchos objetivos. Las personas que poseen estas habilidades tienden a ser más productivas y efectivas en las

actividades que emprenden. 

    4) Reconocer las emociones de los demás: El don de gentes fundamental es la empatía, la cual se basa en el conocimiento de las propias emociones. La empatía es el fundamento del altruismo. Las personas empáticas sintonizan mejor con las sutiles señales que indican lo que los demás necesitan o desean. Esto las hace apropiadas para las profesiones de la ayuda y servicios en sentido amplio (profesores, orientadores, pedagogos, psicólogos, psicopedagogos, médicos, abogados, expertos en ventas, etc.). 

    5) Establecer relaciones: El arte de establecer buenas relaciones con los demás es, en gran medida, la habilidad de manejar sus emociones. La competencia social y las habilidades que conlleva son la base del liderazgo, popularidad y eficiencia interpersonal. Las personas que dominan estas habilidades sociales son capaces deinteractuar de forma suave y efectiva con los demás.



Las aportaciones de la neurociencia no permiten dirimir el litigio entre los dos modelos de inteligencia emocional (amplio o restrictivo). Sin embargo, estas investigaciones aportan evidencia que apoyan la existencia de una inteligencia emocional, entendida como un conjunto de habilidades que son distintas de las habilidades cognitivas

o CI (Bechara, Tranel, Damasio, 2000).

Además, en la segunda mitad de la década de los años noventa del siglo XX ha tenido una amplia difusión la teoría de las inteligencias múltiples (Gardner, 1995). 

Desde el punto de vista de la psicología de la personalidad, la inteligencia emocional se puede considerar como un aspecto de la personalidad (McCrae, 2000).

La discusión sobre el constructo de inteligencia emocional sigue abierta. Independientemente de los avances que se puedan producir en el campo teórico, las aplicaciones que de ello se derivan van en la dirección de la existencia de unas competencias emocionales que pueden ser aprendidas.

 Gardner (1995) en su obra Multiple intelligences, distingue siete inteligencias: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística, espacial, interpersonal e intrapersonal. Posteriormente Gardner (2001) añade dos más: inteligencia existencial e inteligencia naturalista. La inteligencia naturalista se refiere a la conciencia ecológica que permite la conservación del entorno; la existencial es la que utilizamos cuando nos formulamos preguntas sobre el sentido de la vida, el más allá, etc. Incluso sugiere la posibilidad de otras inteligencias.

De todas estas inteligencias, son la inteligencia interpersonal y la intrapersonal las que nos interesan particularmente, ya que son las que tienen que ver con la inteligencia emocional. En cierta forma, la inteligencia emocional está formada por estas dos inteligencias.

En otro orden de cosas, la inteligencia interpersonal tiende a coincidir con lo que otros autores han denominado inteligencia social (Zirkel, 2000, Topping, Bremmer y Holmes, 2000; Topping, Holmes y Bremmer, 2000; Cherniss, 2000, etc.). Mientras que la inteligencia intrapersonal tiende a coincidir con la inteligencia personal (Sternberg, 2000; Hedlund y Sternberg, 2000). 

Entre las dimensiones que abarca la inteligencia interpersonal están la empatía, la responsabilidad y destreza social; y en la intrapersonal destacan aspectos como el autoconcepto, la conciencia y el control de emociones, la realización personal, la independencia, la asertividad, la adaptabilidad y la automotivación, para lo cual son necesarias la objetividad, la flexibilidad, la solución de problemas, el manejo de estrés, que implican tolerancia y el control de impulsos.

Desde la perspectiva de Goleman, que afirma que la inteligencia emocional es nuestra capacidad de comprender nuestras emociones y la de los demás, podremos afirmar que la inteligencia emocional es la que determina nuestra capacidad de afrontar la frustración, o nuestra manera de reaccionar ante la adversidad.

Por otra parte, la inteligencia emocional deberá desarrollar competencias, entendiendo por éstas las habilidades aprendidas, y no cualidades innatas que aportan herramientas básicas para potenciar el éxito en muchos aspectos de la vida: salud mental, autocontrol, capacidad de liderazgo, trabajo en equipo, de relacionarse con los demás. La carencia de esas aptitudes es lo que se denomina actualmente “analfabetismo” emocional. 

En concreto, nos centramos en la adquisición de las siguientes competencias:

·         Entender las causas de las emociones y aprender a usarlas adecuadamente en cada situación y contexto (autoconocimiento emocional).

·         Regular las emociones negativas, evitando conflictos con mayor tolerancia ante las frustraciones y mayor flexibilidad a las situaciones nuevas (autorregulación).

·         Aprender a captar las necesidades de los demás, o lo que conocemos como “empatía”, es decir, percibir lo que necesitan los demás, o la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de modo que cuanto más abiertos estemos al conocimiento y control de las propias emociones, mayor será la capacidad de comprender los sentimientos de los demás.

·         Hacer frente de forma positiva a los impulsos emocionales.

·         Utilizar las habilidades sociales positivas en las relaciones con los demás.

Cuando se habla de una persona emocionalmente inteligente, se hace referencia a personas que poseen un equilibrio no solo intelectual sino también emocional, que tienen posibilidades para responder y enfrentarse a muy diversas situaciones y que a partir de estos hechos establecen mecanismos de aprendizaje que los llevan a mejores condiciones de vida y de convivencia, y a sentirse más satisfechas y eficaces en su vida.

Referencias bibliográficas

Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida. Revista de Investigación Educativa, 7-43.

Perea, R. (2011). Educación para la salud y calidad de vida. España: Días de Santos.

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