1.Reforzamiento positivo
El reforzamiento positivo consiste en
administrar reforzadores agradables como premios, juegos, elogios...cuando el
sujeto o el grupo emite la conducta deseada; con ello se consigue aumentar la
frecuencia de las respuestas deseadas, positivas o aceptadas socialmente. Es
muy eficaz con cualquier persona y cualquier tipo de conducta. Su capacidad
modificadora radica en que el reforzador positivo forma parte de la vida de
todo ser humano: nos premian, nos alaban, nos acarician, nos tratan con
respeto, reconocen nuestras cualidades...El modelo conductual defiende que toda
conducta aprendida lo es porque ha sido reforzada por algún tipo de reforzador
y que el aprendizaje es mejor, más rápido y se mantiene durante más tiempo si
dicho reforzador es positivo.
Un reforzador
positivo es cualquier objeto, alabanza, reconocimiento, situación agradable
que influye en la conducta humana y es capaz de modificarla. Los reforzadores
positivos no son sinónimos de recompensa o premio. La diferencia fundamental
entre ambos es que para que podamos hablar de reforzamiento es necesario que se
incremente la conducta que le precede, mientras que en el premio la
presentación de un estímulo ante una respuesta no necesariamente hace probable que
se repita de nuevo la respuesta. Por tanto, sólo se puede decir que un premio
es un reforzador positivo cuando se comprueba que efectivamente aumenta la
frecuencia de la conducta que nos interesa incrementar, con su aparición tras
ella. Adicionalmente hay que tener presente que no todos los estímulos son
igualmente gratificantes para todas las personas (e.g. no a todos los niños les
gustan mucho los helados), ni cuando lo son para un individuo, lo son de forma
similar en todas las circunstancias (e.g. el que le guste los helados, no
significa que le apetezca en cualquier momento). Es más, en ocasiones, un
estímulo agradable puede ser un reforzador o un castigo en función de la
persona que lo suministre. En este sentido, es absolutamente imprescindible observar
los efectos del estímulo agradable o placentero seleccionado sobre una conducta
antes de poder afirmar que está funcionando como un reforzador positivo.
Tipos de reforzadores
positivos (Ruíz, Díaz, Villalobos, 2012)
1. Reforzadores primarios o incondicionados.
Su valor reforzante suele estar asociado a necesidades
básicas del ser humano como la comida o la bebida.
No siempre mantienen su poder reforzante, varían según
las necesidades del individuo. Si tiene bastante hambre, la comida opera como
un reforzador potente, sin embargo, si está saciado, la comida en general no
actuará como tal.
2. Reforzadores secundarios o condicionados
·
Son los más extendidos en los seres humanos.
·
Son secundarios porque no están asociados a
necesidades básicas primarias
·
Son condicionados porque su valor reforzante no
se ha adquirido de forma automática, sino mediante un proceso de aprendizaje.
Suelen ser estímulos inicialmente neutros que adquieren su valor reforzante al
asociarse repetidamente con estímulos primarios (e.g. comida, elogio) u otros
estímulos que ya son reforzantes (e.g. juguete, elogio). A los reforzadores
condicionados que están asociados con varios reforzadores se les denomina Reforzadores condicionados generalizados. El
dinero y el elogio, la aprobación y el afecto son reforzadores condicionados
porque se han adquirido mediante el aprendizaje, y son generalizados porque
están asociados a muchos otros reforzadores (e.g. comida, sonrisa, entrega de
distintos objetos o actividades reforzantes...).
3. Reforzadores tangibles.
Objetos materiales que pueden ser tanto reforzadores
primarios como secundarios, como, por ejemplo, comida, juguetes, ropa,
cromos...
4. Reforzadores sociales
Son las muestras de atención, valoración, aprobación,
reconocimiento...que recibe una persona por parte de otras como consecuencia de
la realización de una conducta. Los reforzadores sociales son de los más
poderosos para facilitar el incremento y mantenimiento de la conducta de todos
los seres humanos tanto niños como adultos. Se puede suministrar verbalmente,
mediante contacto físico o por gestos.
5. Actividades reforzantes
Se trata de cualquiera de las actividades placenteras (e.g.
ir de compras, ir al cine...). Se da también el caso en el que actividades no
especialmente gratificantes, pero que se llevan a cabo habitualmente o con
bastante frecuencia. Premack (1965) formuló lo que se conoce como Principio de Premack:
Si existen dos
respuestas en el repertorio de un individuo, una de ellas con alta probabilidad
de aparición (más frecuente, e.g. merendar) y otra con baja (menos frecuente,
e.g. recoger el cuarto), puede utilizarse la primera como reforzador de la
segunda.
Los efectos de la aplicación del reforzamiento
positivo se optimizan si se aplican respetando ciertas reglas como:
·
La contingencia.
Se han de aplicar después de la emisión de la conducta.
·
La inmediatez.
Se han de aplicar inmediatamente después de la emisión de la conducta; la
demora provoca la desmotivación y si el tiempo transcurrido entre respuesta y
reforzador es largo, puede producir desorientación e incluso reforzar conductas
distintas a las que se están trabajando; los niños pequeños o las personas que
padecen déficits cognitivos requieren mayor inmediatez en la administración del
reforzador que los adultos o que los que han alcanzado
·
La información.
Las personas cuya conducta se quiere modificar han de conocer muy bien qué se
espera de ellas y cuáles son las consecuencias o reforzadores que se les va a
aplicar; en caso contrario pueden desarrollar desorientación, inseguridad y
ansiedad.
·
La credibilidad.
La eficacia del reforzador está muy relacionada con la actitud de quien lo
dispensa y también con el valor que al reforzador atribuyen la familia, los
amigos, los compañeros...
Además, de otras condiciones:
·
Es indispensable reforzar periódicamente la conducta y cambiar el tipo de reforzador; un reforzador aplicado de forma
constante y durante periodos largos de tiempo desmotiva.
·
La retirada
brusca y la omisión prolongada del reforzador debilita la respuesta y puede
llegar a extinguirla
·
Se puede reforzar
involuntariamente conductas no deseadas; para que esto no ocurra, es
necesario delimitar con precisión las respuestas que queremos reforzar,
analizar la interconexión con otras respuestas no deseadas e introducir cambios
en el tipo de reforzadores y en las situaciones de aplicación.
·
Los objetos, acontecimientos o actividades se
convierten en reforzadores positivos cuando la persona receptora los percibe
como tales; elogiar los refuerzos aumenta el interés por ellos, mientras que
criticar las recompensas disminuye el poder motivador de las mismas.
·
Las conductas positivas cuya frecuencia se
quiere incrementar han de ser reforzadas de forma diferente durante el tiempo
que dure la intervención; al comienzo se requiere mayor cantidad,
progresivamente se va disminuyendo la cantidad y el tiempo de administración;
conviene comenzar con el tipo de reforzamiento total y pasar después al
intermitente.
·
La calidad y cantidad de reforzamiento ha de
estar en consonancia con la cantidad y calidad de la respuesta o conducta; lo
contrario desmotiva al receptor y el reforzador deja de tener valor.
La técnica es muy
eficaz y los efectos de su aplicación se mantienen en el tiempo cuando se
aplica adecuadamente y cuando se controlan las variables edad, rasgos de personalidad y experiencia personal de los sujetos.
2.
Reforzamiento negativo
El reforzamiento negativo consiste en
incrementar la frecuencia de la conducta deseada, positiva o aceptada
socialmente mediante la reducción o desaparición de estímulos aversivos o
desagradables cuando dicha conducta aparece o se emite; es decir, eliminando
algo que resulte molesto a la persona se consigue la respuesta adecuada y el
sujeto se siente aliviado, con lo que la probabilidad de que dichas respuestas
vuelvan a repetirse aumenta.
Con frecuencia se confunde refuerzo negativo con castigo, sin embargo
son diferentes; el castigo se emplea para eliminar respuestas disruptivas,
negativas o rechazadas socialmente y el refuerzo negativo para incrementar
conductas deseadas o aceptadas socialmente; el castigo se administra como
consecuencia de una conducta disruptiva o rechazada socialmente, mientras que
eliminar el refuerzo negativo incrementa la probabilidad de que la conducta
deseada se emita con más frecuencia; en el castigo se experimenta siempre
estimulación aversiva sin posibilidad de escape, del reforzamiento negativo se
puede escapar o reducir los efectos de la estimulación.
En el caso de las fobias, el reforzamiento
negativo suele ser una de las principales causas de su mantenimiento. Por
ejemplo, si una persona teme volar, no coge aviones y reduce con ello su ansiedad.
Cada vez que evita volar, reduce su ansiedad, luego aumentará la frecuencia de
la conducta de evitar los aviones.
Al igual que en el reforzamiento positivo, no
todos los estímulos o situaciones son igualmente molestos o desagradables para
todas las personas, y aunque lo sean para un individuo concreto, no tienen por
qué serlo en todas las situaciones o contextos. Por tanto, el reforzador
negativo se define también por su capacidad de incrementar la conducta a la que
es contingente.
Las condiciones para optimizar los
resultados son las mismas que las señaladas para el reforzamiento positivo.
3. Contrato de
Contingencias.
El contrato de contingencias es un acuerdo
escrito en el que las partes implicadas (dos o más personas) se comprometen por
escrito a cumplir lo estipulado y a respetar los derechos del otro; ambos
tienen derechos y obligaciones que han de repartirse de forma equitativa. Está
basado en el principio de Premack, por lo tanto, los reforzadores son las
actividades gratificantes que se realizan habitualmente en la vida cotidiana.
Se utiliza mucho en orientación
familiar; es muy recomendable para mejorar las relaciones interpersonales
cuando éstas han llegado a un grado de deterioro considerable y la desconfianza
entre los implicados es el sentimiento dominante. La eficacia puede mejorar si
se tienen en cuenta las características
de las partes implicadas y también las del contexto en el que se va a aplicar
la técnica; algunas de las más relevantes (Martínez, Álvarez, Fernández, 2009):
1.
Basar el contrato en la colaboración e
interacción entre las partes implicadas para el logro de los objetivos, la
satisfacción derivada de la responsabilidad y del esfuerzo, NO en la obediencia
de una de las partes a la otra
2.
Administrar recompensas proporcionales al
esfuerzo realizado y a las responsabilidades asumidas.
3.
Asumir responsabilidades y ejecutar las tareas
de forma equitativa por las partes.
4.
Formular las conductas de forma operativa y
fácilmente observable, verificable y evaluable.
5.
Redactar el contrato de forma clara,
comprensible, precisa, y en términos positivos.
6.
Especificar las recompensas y evitar, en la
medida de lo posible, referencias a castigos o críticas negativas.
7.
Dejar constancia de que las recompensas sólo se
obtendrán cuando se hayan alcanzado los objetivos y cumplido las condiciones
acordadas, nunca fuera de las condiciones establecidas en el contrato.
8.
Administrar las recompensas de forma contingente
a la consecución de los objetivos o de las aproximaciones pactadas.
Fases:
1.
Fase
preliminar. Pueden participar todas las personas implicadas en la
aplicación de la técnica
Realizar el
análisis funcional, exploración o diagnóstico de la conducta que se quiere
modificar
Definir la conducta
en términos operativos, es decir, en observables, medibles y fácilmente
evaluables
Seleccionar los
reforzadores o recompensas que se administrarán cuando se emita la conducta
deseada
2.
Fase de
interacción y de acuerdos. Participan todas las personas implicadas.
a)
Citar a las personas implicadas
b)
Explicar en qué consiste la técnica, cómo se
desarrolla, qué recompensas recibirá cada parte y qué responsabilidades asumirá
cada participante.
c)
Priorizar las recompensas elegidas en función de
los objetivos formulados y de los criterios fijados para su administración.
d)
Fijar los costos: qué le costará a cada uno
hacer por el otro.
e)
Consensuar los términos del contrato; pactar los
costos; se recomienda que en el primer contrato los compromisos impliquen
costos mínimos con el fin de facilitar su cumplimiento y garantizar la
motivación inicial de los implicados.
f)
Redactar y firmar el contrato; lo hacen las
partes directamente implicadas.
g)
Decidir el procedimiento de verificación del
cumplimiento de los acuerdos.
La duración del
contrato depende de la consecución de los objetivos o de las aproximaciones a
los mismos; al comienzo del tratamiento no debe durar más de 15 días; pasado
este tiempo, las partes se reúnen para la revisión, evaluación de los
resultados y para pactar un nuevo contrato si fuera necesario.
Programas de reforzamiento (Ruíz, Díaz, Villalobos, 2012)
Los programas de reforzamiento son las reglas
que describen cómo fomentar, incrementar y mantener una conducta en función de
la aplicación de los reforzadores una vez emitida la conducta. Existen dos
tipos: reforzamiento continuo y reforzamiento intermitente, con efectos
diferentes sobre la conducta.
Reforzamiento
continuo
Implica presentar un reforzador siempre que se
realice la conducta objetivo.
Conviene utilizarlo para aumentar la frecuencia de respuestas débiles o muy inestables o
cuando pretendemos instaurar una
nueva conducta en el repertorio del individuo. Por ejemplo, para instaurar la
conducta de lavarse los dientes, al principio convendrá reforzar cada día que
el niño lo haga.
Reforzamiento
intermitente
Supone administrar el reforzador de manera
contingente a la realización de una conducta, pero no en todas las ocasiones
que ésta se lleve a cabo. Por ejemplo, una vez instaurado el hábito de lavarse
los dientes, podemos reforzarlo sólo de vez en cuando.
Puede llevarse a cabo mediante dos tipos de
programas: a) programas de razón y b) programas de intervalo.
Programas
de razón. Se utiliza cuando conviene reforzar no solo en cada ocurrencia de
la conducta deseada, sino cuando el individuo ya la ha realizado en varias
ocasiones. Puede ser fijo o variable. En los programas de razón fija, el reforzador se obtiene de forma
contingente a la realización de la conducta el número de veces previamente
estipulado (e.g. 3, 5, 30...). Es decir, una vez que se ha conseguido que el
niño adquiera la conducta de lavarse los dientes todos los días mediante un
programa de reforzamiento continuo, para mantener esta conducta, podría ser
conveniente seguir suministrando el reforzador durante 20 días, pero en lugar
de todos los días, lo podemos hacer en 4 ocasiones, cada 5 veces que se lave.
(RF5). En los programas de reforzamiento
de razón variable se requiere también que haya un cierto número de
respuesta antes de suministrar el reforzador, sin embargo, en este caso, el número
de veces de la realización de la conducta puede variar alrededor de un promedio
de un reforzamiento a otro. Por ejemplo, en vez de suministrar el reforzamiento
cada 5 conductas lo hacemos manteniendo el promedio de 5 (PV5) pero no cada 5
conductas exactamente (por ejemplo, podría reforzarse cuando ha llevado a cabo
5, 7, 12, 20).
Programa
de intervalo. En muchas ocasiones puede ser más útil reforzar al sujeto, en
ciertos intervalos temporales. Por ejemplo, podría observarse cada 10 minutos
si un niño está realizando una tarea y, si es el caso, reforzarle por ello.
Pueden ser fijos, cuando el espacio
de tiempo está claramente establecido (por ejemplo, cada 10 minutos) o variable cuando se aplica según un
intervalo medio (por ejemplo, que la observación transcurra al menos dentro de
un periodo de cada 10 minutos (e.g. podría ser tanto en el minuto 3, en el 5, o
en el 10).
Los programas de reforzamiento intermitente
pueden combinarse entre sí. Un ejemplo de ello son los programas de
reforzamiento diferencial de tasas altas y bajas.
Los programas de reforzamiento diferencial de
tasas altas se utilizan cuando se desea obtener número alto de respuestas en un
intervalo corto de tiempo. En contraste, lo de tasas bajas, se utilizan cuando
el objetivo es que se emita un número pequeño de respuesta en un intervalo largo
de tiempo.
En resumen, la elección del tipo de programa
de reforzamiento (Vila & Gutiérrez, 2013) estaría en función
de las tres etapas de aprendizaje:
·
El reforzamiento
continuo, es útil cuando el objetivo es desarrollar inicialmente una
respuesta porque acelera su instauración e incrementa la tasa de respuestas.
·
Los programas
de refuerzo intermitente son más apropiados cuando la respuesta ya ha
llegado a los niveles deseados y lo que se pretende es mantenerlos. Además, en
el momento de retirada de los reforzadores, esto programas son más resistentes
a la extinción de la conducta anteriormente reforzada que los programas de
reforzamiento continuo.
En consecuencia, aunque el reforzamiento
continuo es necesario para implantar nuevas conductas, la ventaja del
reforzamiento intermitente es que produce conductas más resistentes a la
extinción.
Bibliografía
Martínez, M. C., Álvarez, B., & Fernández, A. P.
(2009). Orientación familiar. Madrid: Sanz y Torres.
Ruiz, M. A., Díaz, M. I., & Villalobos, A. (2012).
Intervención cognitivo conductuales. Bilbao: Desclée De Brouwer.
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